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Conocé la historia de Chabela y Luciana: dos madres de Las Rosas que pasaron de la voluntad a la acción y a «CreSer»

Hay un dicho popular en la zona que dice que “quien bebe en algún momento el agua de Las Rosas (Santa Fe, Argentina), seguramente vuelve a la localidad”. Esto no se refiere a que el agua de la zona tenga algunas propiedades mágicas o que la hagan exquisita, sino que es una forma de graficar la cordialidad y el afecto de su gente.

Chabela Ponzio – CWK

Chabela Ponzio y Luciana Balansino son dos personas que se conectan desde hace muchos años con la gente de las Rosas, gracias al arduo trabajo que realizan en dos clubes importantes de la localidad. Chabela es desde hace años referente del Club Williams Kemmis y Luciana lo es del Belgrano Atlético Club.

Antes de que el mundo se viera envuelto en una pandemia como lo es la del COVID 19, los clubes de Las Rosas realizaban una función social muy importante acercando especialmente a los jóvenes de la localidad, a las distintas actividades deportivas. El deporte es una de las actividades fundamentales en la vida, no solamente por la actividad física que se desarrolla en los mismo, sino también por los valores que suele inculcar a las personas durante su enseñanza.

«Es todo muy distinto a las cosas que yo viví en mi crianza, para mí la droga era algo muy lejano” dijo compungida Chabela

Cuando comenzó la cuarentena necesaria para evitar el crecimiento de los contagios de COVID en Argentina, los clubes fueron algunos de los lugares más afectados por dichas medidas. Siendo prácticamente sociales por naturaleza, los mismos tuvieron que cerrar sus puertas dificultando no solamente su desarrollo, sino también su mantenimiento.

A este difícil contexto de cuarentena, en donde los lazos sociales debían comenzar a reescribirse en términos de distanciamiento social y cercanía digital, se sumaba la preocupación por algunos hábitos de los jóvenes que habían comenzado a golpear algunas puertas. “Los clubes son un lugar de contención muy grande” pensaba Luciana, que siendo madre de tres hijos y una adolescente, comenzaba a escuchar con preocupación algunas historias que narraba su hija y que de alguna manera, ella conocía por su trabajo en el club. ¿Estaban los jóvenes en peligro debido a la falta de información sobre algunos consumos que se habían vuelto hábitos?

Luciana Balansino – BAC

La preocupación que había comenzado a llamar la atención previamente al comienzo de la cuarentena, encendía las alarmas ante la ausencia de espacios físicos de contención como los clubes para “pelearle a los consumos problemáticos”. En ese contexto, el llamado de Sembrando Futuros para comenzar un trabajo en conjunto con las distintas instituciones y vecinos de Las Rosas, pareció dar justo en la tecla.

Sembrando Futuros llegó a Las Rosas en contexto de pandemia para generar las conexiones necesarias para que los mismos vecinos puedan comenzar a buscar soluciones ante un problema, que quizás por primera vez empezaban a encontrar los puntos de contacto necesarios para abordarlo. Desde sus hogares, mediante las plataformas de videoconferencia, distintas voces comenzaban a contar historias vinculadas a consumos problemáticos de los jóvenes, algunas sobre casos conocidos, otros sobre casos cercanos. Chabela no podía creer algunas cosas que escuchaba, como madre y abuela, pensó automáticamente en sus nietos y en estas historias de consumos problemáticos que ella pensaba más lejanos en tiempo y espacio y que sin embargo estaban tan cerca. “Las cosas que escuché. Es todo muy distinto a las cosas que yo viví en mi crianza, para mí la droga era algo muy lejano” dijo compungida Chabela, pero entendiendo que justamente estar informada era una de las primeras cosas necesarias para poder comenzar a encarar el problema.

La primera semilla de Sembrando Futuros para comenzar a trabajar en la localidad de Las Rosas ya estaba en tierra: había que realizar una capacitación en torno a consumos problemáticos para poder generar de a poco un espacio de referencia en torno a los mismos. “Hoy no hay un lugar adonde ir para hablar de estas cosas”, “No hay ningún especialista que pueda ayudar a los chicos”, “Hay situaciones que son muy complicadas como para ayudar solamente desde un club”, fueron algunas de las frases que se escucharon en los primeros encuentros. A eso, había que darle respuesta.

Yo decidí sumarme enseguida, para mí no era un prejuicio esto que pasaba con los jóvenes, era una realidad, dice Luli.

Las primeras capacitaciones llegaron a un lugar en donde se hacía necesario tener conocimientos para poder empezar a crecer como equipo de trabajo. Algunos con más empeño y tiempo, otros haciendo malabares entre la familia y su trabajo, pero todos conscientes del camino que había que seguir. “Hay que poner este tema en agenda” coincidieron varias voces.

La semilla empezó lentamente a generar los primeros brotes con los aprendizajes y herramientas que se adquirían en cada capacitación coordinada desde el programa Sembrando Futuros. El empuje de la gente de Las Rosas y el horizonte ahora cercano de poder comenzar a convertirse en un espacio en donde se puedan charlar y trabajar situaciones vinculadas a consumos problemáticos, hizo que la cosa comenzar a crecer…. En realidad, a CreSer.

“Era una necesidad, había que ponerle nombre” empieza a contar una Chabela orgullosa, de formar parte de este equipo de trabajo. “CreSer con S, tiene que ver con creer y con la persona, con el ser” cuenta Luciana quien también de alguna manera sonríe con la satisfacción de ser parte de esta propuesta.

Todas las charlas previas, las capacitaciones, y las reuniones virtuales generaron un equipo de trabajo en donde gente de distintas edades y de distintos rincones de Las Rosas, comenzaron a empujar hacia adelante. Tanto empuje comenzó a hacer ruido en la zona y lo que primero fue un nombre, hoy ya pasaba a tener un sustento. “Hoy se habla de la red” dice Chabela, mientras agrega que “parecería como que todos estaban esperando algo de esto por la cantidad de apoyos que fuimos encontrando”.

CreSer empezó a trabajar los consumos problemáticos con charlas y para empezar, se eligió buscar la novedad, los consumos problemáticos de tecnología, “de la play, la Tablet o el celular”. “En unas encuestas que hicimos el 50 por ciento de las personas dice que usa las redes sociales en exceso” cuenta Luciana, y agrega que justamente por eso les pareció un buen comienzo para abordar el tema. “A veces cuando pensamos en consumos problemáticos, empezar con cocaína o alcohol puede ser un poco delicado, pero de esta manera, nos metíamos en un problema actual, que con el aislamiento en algunos casos se ha complicado un poco más”. Roberto Igarza, doctor en Comunicación Social y especialista en consumos digitales fue el primero en dar algunas puntas, ahora si para una audiencia que superaba las 100 personas conectadas.

“Para una localidad como Las Rosas, hablar de este número de participación es muchísimo, pero sin embargo, cuando hicimos la segunda charla el número fue casi el doble: 191 participantes, y al finalizar la misma fueron un montón de personas las que empezaron a mandar mensajes para sumarse e incluso de otras localidades” decían casi a coro Luciana y Chabela.

“A mí me dijeron el otro día que como habíamos hecho para armar un grupo así tan lindo” cuenta Chabela con el pecho inflado, porque CreSer empezaba a hacer ruido no solamente en todos los rincones de Las Rosas, sino también en las localidades vecinas. “Ya somos un referente en el lugar, y esto es ir para adelante ahora, CreSer es mirar hacia adelante” dice Luciana mientras Chabela asiente.

Lo que empezó como una preocupación de unos vecinos en la localidad de Las Rosas, hoy se convirtió en una organización con nombre propio que busca CreSer. Gracias al trabajo en conjunto realizado dentro del programa Sembrando Futuros, las inquietudes de un grupo de personas hoy vuelven a la sociedad convertidas en acciones concretas.


​“El desarrollo no es algo que hacemos para las personas, es algo que hacemos con ellas”


 

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